Fue así como los dioses perdieron sus antorchas . L. García Montero a Javier Casis También tú, en noches como estas, en la orilla más esquiva de la noche, envidiaste la perfecta sonrisa del cínico, la pulcritud categórica de su traición, el espejismo que producen sus palabras, sus inocentes colmillos, la facilidad con que devora las entrañas igual que el mar cuando irrumpe y desaloja, irascible, la esperanza. Como un dios venido a menos que siguiese creando su universo caprichoso, el cínico perfecciona su estrategia. Sí, a ti y a mí nos paraliza esa frialdad, su imperturbable mirada ante el delito cometido, la convicción con que asume sus mentiras, la incapacidad para la duda y la ignorancia absoluta de su culpas como esa lava que fluye renuente y se adueña de la vid