En esa noche que llamamos mágica, de ilusión, de Paz, de Esperanza y no a la lumbre de una leña, sino en una confortable casa de un pueblo. Un pueblo cualquiera, pongamos Nalda, un abuelo contaba una historia a sus nietos. Una historia que él había leído o escuchado, aunque ya no sabía dónde y cuándo, pero que le parecía la más conveniente para contar en esa noche mágica, de Paz, de Esperanza, entre villancico y villancico. Así que veamos al abuelo y a sus nietos de quince, doce, ocho y seis años en la mesa escuchándole —porque éste era un abuelo de esos que siempre andan relatando aventuras, sucesos, fábulas, refranes, moralejas a sus nietos— y escuchémosle también: Dicen que en un pequeño pueblo, un pueblo algo más pequeño que el nuestro, se decidió fomentar y premiar la solidaridad y el compañerismo en los niños y jóvenes. De tal modo que durante un mes (un mes en el que precisamente no era Navidad), dos comités de padres y abuelos, escu...