Por aquellos días, los dioses idearon una isla clandestina con su mapa y su cofre del tesoro. Todos los niños de los parques lo sabían y de ello trataban entre los columpios, y a los pies del tobogán, y en la casita que no era de chocolate pero que sabía chocolate y a piel. Pues tal era la isla y el cofre del tesoro y el tesoro: Ese tiempo que se crea en los jardines, ese aire que no sabe de minutos, las horas que divagan sin pesares, la tierra ignorante del esfuerzo, y el cielo que habla con piedad. Por los balancines y las cuerdas, entre los patines y el balón, y en todas las casitas que no son de chocolate, y en todas las miradas asombradas, y en todas las carreras a la fuente... Ahí, se esconden las horas, viven,se alimentan. Y por eso el tiempo es el patrimonio de la infancia.