Podemos fingir y, en noches como esta, encender las luces del árbol y las manos, adornar de la mesa y brindar por la salud y otros eufemismos similares. Podemos abrir las ventanas y cerrar los ojos, y dormir a pierna suelta en el quicio de unos brazos pasajeros que creemos eternos. Pero es inútil fingir, en noches como esta y las demás, y en los meses colindantes al dolor, y en los alejados, porque en noches como esta florecen los recuerdos y se vuelven corpóreas las ausencias. Así pues, solo cabe dejarse llorar en la mansa costumbre del silencio y seguir andando y esperar al viento que disuade las tristezas y al agua que quiebra el desaliento. Y abrir las ventanas y cerrar los ojos y repetir en voz alta y voz baja nuestros íntimos deseos, a sabiendas que no ocurrirán, porque todos conocemos que la vida siempre se prolonga en las estrellas.