Nos decimos que aún somos los mismos. No ursurpa la maldad nuestra mirada. En el corazón de todas las urgencias un niño prevalece. Lo decimos mientras los pasos nos llevan a lugares conocidos, en la elipse de la suerte, en portales de lengua estrafalaria. Creemos fielmente nuestra hipótesis pasamos de puntillas por la luna del espejo y no nos detenemos en el lugar común de las heridas. Sinembargo, un día, un día cualquiera, audaz, vulgar, impenitente, la vista se detiene en un columpio, en la lluvia de una derrota, en el solsticio de un beso. El patio donde jugaban nuestros hijos, la persiana que baja los reproches, los labios que cerraron nuestra dicha, la vez que perdimos la inocencia. Nos decimos que aún somos los mismos, ingenuos, creyentes, proclives al engaño de la vida, mientras la vejada plata del espejo atesora desengaños y tropiezos y compone reflejos nuevos con ajadas luces. No somos los mismos, sin embargo ansiamos retener la im...