EL HILO DE LA VIDA

En ese instante, en el huerto de naranjas, en la disipada fotografía, los tres hermanos cogidas las manos conducen el hilo de la vida. Pero aún no lo sabían. La luz del mediodía nos saluda, mientras, ajenos al cristal miramos ingenuos a la cámara, o tal vez a los vientos de futuro. Entonces nada sabíamos del presagio del hilo por las manos de chiquillos como una breve red que mantuviese fundida la madurez de los días. El sol nos emplaza en horizontes diferentes, en vértices dispuestos al dolor o la gloria, pero, nosotros, lo ignoramos. La luz del mediodía nos saluda, ajenos a ella y a las prisas, esperamos el susurro de los juegos y le devolvemos la risa como antorcha, la voz de la inocencia como norte.