LA EDAD EXACTA DEL BESO

Me preguntáis, una y otra vez,

acerca de la edad.

No, no poseo la edad de mis arrugas
pues mienten por defecto 
cuando arrojan sus arañas al espejo,
ya que amé más intensamente,
lloré con mayor amargura
y reí por encima de todas mis posibilidades.

Mi edad es la justa, la adecuada,

la propia, la precisa.

La necesaria para saber

que  no es la vida la que pasa rauda,

si no nosotros quienes somos breves.

 Para saber que no es bella, ni rosa,

 ni azul, y sin embargo tejemos 

momentos rosas, celestes, perfectos,

y a veces permanentes e  infinitos.

Tengo la edad precisa para dar, 

un beso incuestionable,una caricia

auténtica, una sonrisa sincera,

un favor sin contraoferta.

Para hacer el amor como ninguna

vez lo hice o como la primera.

Para besar  a mis hijos como el día

en que llegaron y como hoy mismo.

Para amar a mis amigos como en

su estreno y como cada vez que vuelven.

Para retener las manos de mis padres

en otros espacios y a deshoras.

Tengo la edad apropiada para saber

que hay más maldades que justicias
y más mentiras que verdades

en el árbol de los días.

Que obviar los domésticos engaños

ahorran triviales sufrimientos

Y denunciar los oprobios nos hace

 no vender el alma a ningún precio.

Tengo la edad del universo, pues de

 todo aprendí, de todo, del dolor,
de la espalda, de las bocas, el cielo

la tierra y el infierno. Y también

la edad del recién nacido, todo

me sorprende, aún tengo esperanza.

 Tengo la edad exacta del beso.

Ya que afirmando como afirmo

que la vida no vale el precio que pagamos,

ni el fatuo humo que anhelamos,

ni las cortes que queremos que nos sigan,

por un beso, uno solo verdadero

todas las albas y las noches, los minutos

incluso el hálito de la muerte,
me son recompensados.

Y asevero, sí asevero

que tengo los besos apropiados

para que mi edad me permita estar

viva, que no es lo mismo que vivir.