Entramos en aquel piso y en aquel cuarto y en los bolsillos del abrigo de las horas. Nos desnudamos los versos uno a uno, suavemente, y nos arrancamos los botones de la piel de la memoria con un gesto. Libamos los parpados caídos y fuiste pletórico en mi seno y yo barboleta en tu cintura. En el fragor de la batalla aullamos lobos, húmedos, locos. Locos de pasión máscara de amor. Locos de promesas máscara de besos y de inocencias tul de la lujuria Y perdimos todos los sentidos que tuvimos, y el pudor, los espacios, los relojes. Y salimos exhaustos a la oscuridad del día, y cerramos los ojos para no ser sal mirando atrás y abrimos para siempre la puerta que dejaba inaugurado el paraíso.