
Déjame, madre, que muera yo primero, que no entiendo esta vida tan vida, que la idea ni la quiero ni la soportaría, la de quedarme solo y descompuesto, la de no verte más que en mis sueños. Déjame, madre, que muera yo primero, que no aguanto ni medio ni un día sin tus caricias, sin tu cálida sonrisa, que el aliento se me rompería entero, que sabes que estoy dispuesto. Déjame, madre, que muera yo primero, que no tengo palabras todavía porque mudo me dejan las escritas, tus versos, tu sabiduría, tu tiempo, todo lo que me das, cada gesto. Déjame, madre, que muera yo primero, que todas las esquinas de la alegría prometo dejártelas escondidas envueltas en el viento secreto para que te digan, cuanto te quiero. Iván Mendoza Marrodán