LA CAMPANADA DOCE













Cierra la puerta el último día del año
y nos deja la huella del pan duro y del  trabajo escaso,
el temblor del álamo en los dedos infantiles
y el de los sueños cuando han bajado sus persianas
y se esfuerzan por parecer lo que no son.

El último día del año  sabe a almizcle,
a  fuentes que no dan agua bendita
pero que bendicen la intención de quien la besa,
a pisadas que nos pierden para poder encontrarnos.

 Y sangra en el aroma del ausente.
Llena entonces las venas y el calor de la  lumbre
con pastas de nata y villancicos,
con los secretos ordenando la noche.

Y en el último minuto, el más intenso,
el más esperado, es el oro en el champán;
el abrazo complacido,
el corazón cómplice del corazón amado,
la esperanza en el aire y las pestañas,
en el alma recosida por los besos.

Cierra la puerta la campanada doce
y doce ventanas se abren a la luz
y a la sospecha del día;
al polvoriento camino de las dudas,
al anaquel de los cuidados,
                al febril desafío de los versos.

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