DENÍA
Aquel estío tuvo mil horas, algunas agudas como dolor, caer, abotonar. Otras llanas y graves como Barcelona, y ciertas esdrújulas, como tequieromucho, y todas llevaban su nombre de chiquilla. En todas palpitaba Abril y la canción lista que inventamos. Y los castillos con piscina de arena. Y las musarañas en las dormíamos oyendo reírse a las palmeras. Este verano nos despeinó la tristeza y dejó que cantaran al aire nuestras faldas. En cinco escasos metros cuadrados de terraza cupieron las islas, los piratas, los dragones, el Nilo, la selva, las princesas y el restaurante La Oca que ideamos. Casi todas las historias, casi todas. Y otras tantas que creaba el bolero de nuestra loca imaginación. Tomó muchos sustantivos este verano que se va derritiendo como helado en los labios infantiles. Y de ellos, solo el tuyo, el tuyo solo seguirá incólume en la rotunda circularidad del tiempo que me ampara, en el mágico...